lunes, 24 de enero de 2011

Homenaje a Churchill (III)

Fue el primero en ver que los nazis eran algo más que un partido nacionalista de carácter obrero. En una visita a Alemania en los años veinte, estuvo a punto de entrevistarse con Hitler. Pero éste anuló la entrevista porque Churchill comentó a uno de los acólitos nazis que la preparaba que podía entender que su líder pretendiese nacionalizar la economía, pero que le resultaba incomprensible odiar tan irracionalmente a los judíos, por el simple hecho de haber nacido con esa condición. “Así `perdió Hitler la única oportunidad de conocerme” escribe, años más tarde, en sus Memorias.
Vio horrorizado la política capitulacionista del primer ministro Baldwin que entregó Renania y Austria al Tercer Reich sin ofrecer ninguna resistencia, y permitiendo además que volviese a empezar la carrera de armamentos. También intentó apoyar al rey Eduardo VIII para que no abdicase. Sin embargo, como buen monárquico, aceptó su decisión persona y juró fidelidad a su hermano, el nuevo rey, Jorge VI.
En 1938 colaboró en la subida al poder de Chamberlain quien ocupó el cargo de líder del partido conservador y de primer ministro sucediendo a Baldwin tras su dimisión. Pero el gabinete le decepcionó una vez más. La política pacifista de Chamberlain llevó a la entrega de Chequia y el Memel al Reich, agudizando así las pretensiones belicistas de Hitler. Su nefasto rumbo en la guerra y la paz hicieron perder a Chamberlain pronto su cargo.
Cuando Hitler invadió Polonia, Chamberlain pidió a Churchill que se volviese a hacer cargo del Lord Mayor del Almirantazgo. Él aceptó con la condición de que el joven Antony Eden entrase en el gobierno. Como comandante de la marina real, organizó la resistencia noruega en Navick tanto tiempo como fue posible. Hundió varios acorazados alemanes en el Atlántico, entre ellos destaca la inutilización del Gran Spee, insignia de la marina alemana, en la desembocadura del Río de la Plata. El buque fue posteriormente hundido por su propia tripulación. El 10 de mayo de 1940, día en que Hitler atacó el oeste, el rey Jorge VI aceptó la dimisión de Chamberlain y encargó a Churchill la formación de un nuevo gobierno.
La elección de Churchill fue el resultado de una tensa reunión en Dowling Street entre él, el aún primer ministro Chamberlain y Lord Halifax, a quien Chamberlain prefería como sucesor. Chamberlain le propuso a Churchill ser ministro de defensa en un gabinete presidido por Edward Halifax. El silenció de Churchill incomodó a su dos interlocutores. Finalmente Halifax dijo “Creo que Winston es mejora para el cargo” a los que Churchill respondió “Yes, I think it too” seguro de sus aptitudes.
En Buckingham el rey no recibió con demasiado entusiasmo la decisión de los políticos. En un principio, la fama de impulsivo e irreverente de Churchill intimidó al joven, tímido y tartamudo monarca, pero, al poco tiempo, rey y jefe de gobierno, entablaron una profunda amistad, según palabras del propio soberano.

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