jueves, 20 de enero de 2011

¿La Libertad o el Pan? I

Cuando uno piensa en revoluciones, olvidando que fueron los ingleses los primeros en decapitar a un monarca, evoca la imagen de Luis XVI con su cuerpo tumbado en plancha basculante, con la cuchilla ya caída sobre su cuello sangrante, mientras su cabeza cortada está en un cesto.
Ciertamente, la vinculación entre Francia y la revolución es innegable. En 1789, empezó la revolución que acabó con la proclamación de la Primera República. En 1830, inauguraron el primer ciclo de revoluciones políticas decimonónicas, aboliendo la monarquía absoluta de Carlos X. En 1848, volvieron a ser raíz y esencia del curso revolucionario europeo, al deponer al monarca burgués, Luis Felipe I, para proclamar una breve Segunda República que en breve se convirtió en un Segundo Imperio. Y en 1968 el mundo entero volvió a mirar en mayo a Francia, para contemplar el hastío popular ante el gobierno de la Quinta República y la figura, un tanto autoritaria, del Presidente De Gaulle.
Pero analicemos estos acontecimientos ¿Realmente, el pueblo se vio poseído por un ideal grandioso, un ideal culto, que los hizo caminar hacia el avance social? o, por el contrario, ¿fue la instigación de los ávidos de poder que aprovecharon un momento de precariedad para exaltar el furor popular? Es raro que detrás de una revolución no haya una mano perversa que, sirviéndose de la infelicidad ciudadana, pretenda acercarse el poder hacia sí.

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