domingo, 9 de enero de 2011

Reflexiones en honor a Gabrielle Giffords

No tengo el placer de conocer personalmente a Gabrielle Giffords, la congresista norteamericana por el Arizona, herida –por el momento- a manos de un francotirador. El muchacho, así debemos llamarlo porque, con semejante actitud manchada de corruptibilidad moral y cobardía sumada a sus veintidós años, no merece en absoluto el calificativo de hombre, llamado Jared Lee Loughar, disparó contra ella y otras personas dejando seis muertos y varios heridos graves. De ellas, por su importancia podemos destacar a un juez federal y por su tierna edad debemos hacer mención a una niña de nueve años.
Mientras el presidente Obama ha ordenado al director jefe del FBI hacerse cargo de la investigación en la que se sospecha de un cómplice adicional que ha permanecido anónimo hasta ahora, y mientras el mundo, ya no civilizado, sino simplemente humano, tiene que reprimir sus nauseas y su furor por un acontecimiento de semejante crueldad, Sarah Palin, respetable miembro del Tea Party se ha apresurado a retirar de su web un artículo donde se señalaba a varios congresistas y senadores los cuales debían ser “eliminados” durante las pasadas legislativas.
Me gustaría poder decir algo sobre el joven Lee Loughar a quien el sherif del condado ya ha calificado de “algo inestable” aunque no desequilibrado. Sin embargo, bien poco se puede decir de él. Tiene tres opciones. Admitir su culpa y suicidarse para sobrevivir a la vergüenza; no admitir su culpa y seguir disparando literal o metafóricamente contra el mundo; o admitir su culpa con cobardía, sin actuar en consecuencia, es decir, seguir viviendo como una sombra denigrante, un cadáver vivo cuyo espíritu le ha sido arrebatado por sus propias acciones, ya que si bien, estas, como cualquier crimen, pueden ser perdonadas por las víctimas y la sociedad, el hecho de tener la conciencia de haberlas cometido acaba matando de un modo u otro a su ejecutor. Pero eso debe decidirlo él. Además, hablar de Lee Loughar es una tarea más apta para un juez o incluso un psiquiatra que para mí. Yo creo que juzgarle a él es para mí una verdadera camisa de once varas. No obstante creo que sería interesante hablar un poco de lady Palin.
Esta mujer tiene una larga y distinguida trayectoria antes de convertirse en gobernadora republicana de Alaska, cargo que la capultaría a competir por la vicepresidencia americana al auspicio de la candidatura del senador McCain –por cierto de Arizona-. Esta americana, creyéndose hoy la modelo que los franceses usaron para esculpir la Estatua de la Libertad, militó en el Partido Independentista de Alaska. Recientemente, como consecuencia de la derrota electoral republicana en las presidenciales se ha abanderado de una sección de conservadores rancios para diseminar un modelo de país fundamentado en mensajes que rallan la locura. Entre otras perlas podemos destacar que publicó en un libro que si Dios hubiese querido que el hombre fuese vegetariano no hubiese hecho a los animales de carne. Bueno, desde mi perspectiva deísta, he de decir que, incluso careciendo de la fe de los cristianos, me hubiese convencido más citando el famoso pasaje de los Hechos en que Jesucristo ofrece a San Pedro comer de una cesta cualquier animal que contenga, a pesar de que algunos de ellos son impuros según la ley hebraica. Cristo dice que no hay animales puros o impuros porque todos han sido hechos por la mano de Dios. Aunque no veo en La Biblia las bases de mi moral o estilo de vida, creo que, como cualquiera, siempre le haré más caso que a una lógica más que pueril. Otro arrebato místico lo tuvo Palin durante la crisis del Golfo de México, dijo textualmente que “El medio humano ha fracasado”, en vista de lo cual era inútil seguir luchando por él contra el petróleo, lo idea era “ponerse a rezar”. Entre vosotros y yo, queridos lectores: ¡Qué mala cristiana! De haber echado una ojeada, alguna vez en su vida, a las Cartas de San Pablo sabría que la voluntad de Dios, según el apóstol, se manifiesta generalmente a través de los actos y la voluntad de los hombres.
Obviado estas anécdotas que, aunque ilustrativas, nos apartan del problema de fondo, creo que deberíamos plantearnos si queremos una persona así en política. Un intolerante que difunde mensajes de odio amparándose en una concepción apócrifa de la religión y el patriotismo es una amenaza. Los políticos son, o hubieran de ser, modelos para la ciudadanía ¿qué modelo transmite alguien que acusa a su jefe de estado de “no tener cojones”, o que habla de “eliminar” –me importa un bledo el contexto- a sus adversarios políticos? Un ejemplo peligroso para todos aquellos de ánimo poco templado y fáciles de sugestionar. El político, al transmitir su miedo (pues el odio y la discriminación son sólo máscaras hechas de falso valor que encubren un rostro aterrorizado), hace de estos sujetos criminales exponenciales que fácilmente se verán arrastrados a la violencia.
No se puede permitir que lleguen a nuestras instituciones esta clase de perfiles. La intolerancia conduce a la secesión social y ésta a la destrucción del país más poderoso; esto lo saben bien los americanos entre otros. Como personas honestas, debemos frenar movimientos, similares al Tea Party –falto de sugar desde mi punto de vista-, por todos los medios. No sólo por medio del voto, sino de la denuncia de sus lemas y la negación total e incondicional de sus mensajes. Lo único que no podemos permitirnos es caer en la acción violenta, porque nos llevaría a perder nuestra libertad subyugándonos a un miedo como el que acucia los intolerantes, que nos sumiría en el más negro de los esclavismos en los que puede caer el hombre: el fanatismo.
Cuando una defensora de los derechos humanos y de unas políticas que pueden ser, o no, acertadas dentro de la línea progresista, como la congresista Giffords, yace en una camilla luchando por su vida, para regocijo de algunos, creo que el pueblo debe convertirse en ciudadanía y purgar sus instituciones y la vida publica de su estado o nación. Porque hay personas que no sirven para la política, y si dejamos que medren en ella, la irracionalidad de sus convicciones puede llegar a amenazar algo mucho más importante que la democracia, puede amenazar la independencia de nuestro pensamiento al convertirlo a sus ideas.

1 comentario:

  1. Sóc la Irene del taller d'escriptura. Em faig seguidora del teu blog per anar llegint el que escriguis amb calma... :)
    Això és el que hauria de fer jo, tenir un blog per penjar-hi coses que escric. No tenir-lo per a penjar-hi xorrades com faig...
    En fi, que vagi bé :D

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