domingo, 23 de enero de 2011

Sade Ficción Literaria II

Sade ha sido tratado a menudo de perverso. La causa de su perversión radica, a nuestros ojos, en que la temática de sus textos es de una pornografía explícita, con frecuentes toques de carácter sádico y/o escatológico. Hacer el amor con látigo golpeándote la espalda, consoladores (en el S.XVIII, claro, era el siglo de las luces) y otras “aberraciones” no son concebibles, en nuestras mentes de lectores modernos que han vivido la introspectiva del romanticismo, si no pensamos que el autor ha vivido lo que cuenta, por eso Sade nos parece tan repulsivo. Pero Sade no era un sádico, a decir verdad se desmayó la primera verdad que vio una ejecución, tampoco le agradaba la escatología, se dice que vomitó cuando, durante una de sus estadas en prisión, le llevaron a la letrina.
Con todo esto no pretendo decir que Sade tuviese una vida modélica (si es que eso existe): práctico -lo que hoy finamente se llama- sexo duro y sexo promiscuo con ambos sexos, flirteo en alguna ocasión con el sadomasoquismo (que acabó bautizando sin ser tampoco un devoto prácticamente) y queda la anécdota de que entre los nueve y los doce años sus niñeras, después de bañarlo y afeitarlo (es decir ponerle aceites por todo el cuerpo, no pasarle la cuchilla), lo masturbaban a modo de juego, pero nunca fue un “sádico” ni su perversión pasó más allá de los extremos descritos. No, Sade no fue un místico deseoso de pureza, pero tampoco el protagonista de 120 Jornadas en Sodoma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario