lunes, 28 de mayo de 2012

Profecías frustradas por falta de concienca mesiánica


Fray Melchor era uno de tantos vástagos de las familias de conversos españoles que a finales del S.XVI tomó una vocación religiosa. Su padre, aunque de mala reputación religiosa, formaba parte de la aristocracia mercantil de Burgos, hecho que permitió al joven Melchor tener relaciones permanentes con Brujas o Londres. En la última ciudad se hallaba el joven Melchor cuando tuvo su primera aparición divina. Tomó los hábitos de San Francisco de Asís y volvió a España. Su intención inicial era irse a propagar al África, pero al ver los monasterios españoles, le pareció más urgente la reforma de estos que la conversión de nuevos fieles.
Dios le había dicho: “Tu eres Melchor, a quien desecharán los edificadores, pero que muy pronto serás piedra angular del edificio.” Esto le dio fuerzas para ser osado, hasta el extremo de no temer el martirio.

San Juan de la Cruz
Una vez en la Península, muchas de las primeras “beatas” empezaron a rodearle. Gentes como la madre Juana de la Cruz, Sor María de Santo Domingo, apodada la Pirdrahita, o la madre Marta. La condición de beatas de estas mujeres reconocidas por la iglesia, protegerá al osado predicador cuando empiece a hacer sus predicciones. Si bien en un principio es ignorado, en el momento que las mujeres que le siguen empiezan a adoptar primigenios estilos de vida “iluminista”, reafirmados luego por los místicos de la segunda mitad del siglo; la iglesia solicitará una investigación. Ésta se agrava ante lo osado de sus profecías y a que muchos conversos le siguen como a un líder.
Este fraile se ha atrevido a anunciar la caída de la silla de San Pedro y la marcha del futuro pontícife a Jerusalén, la tierra que verdaderamente mana leche y miel. Pronostica un reinado de paz y felicidad. Se atreve a añadir que es voluntad de Dios que la Tierra Santa no sea recuperada por la fuerza de las armas, sino de manera pacífica.

 Fray Luis de León

 En circunstancias normales la inquisición, rapaz y sanguinaria, hubiese quemado a este hereje o le hubiese torturado hasta conseguir que se retractase de su fe. Afortunadamente, encontró dos poderosos aliados. Uno de ellos fue su amigo Fray Andrés, persona cercana al cardenal Cisneros, quien además de obispo de Toledo y máxima autoridad religiosa en España, ostentaba de facto el gobierno de Castilla como regente. El otro, fray Juan De Cazalla. Éste eminente erasmista simpatizaba con fray Melchor por razones más ideológicas que personales. También él creía muy necesaria la reforma de la iglesia, y, aunque se mostró poco abierto al misticismo, a la fuerza tuvo que simpatizar con él, pues su hermana María De Cazalla, fue de las primeras “iluministas” españolas.

 Cardenal Cisneros

Fray Andrés y fray Juan enviaron sus respectivos informes al cardenal Cisneros. En estos se constaba que, pese a los indicios de herejía, no se podía hablar tampoco de obras maléficas. Las profecías de fray Melchor entraban en la línea trazada por Bovelles, Santa Brígida, Santa Catalina de Siena y Sant Vicent Ferrer. En más de una ocasión, había dudado de sus convicciones y había recurrido al confesionario como cualquier hijo bienintencionado de la iglesia. No había pues motivos para condenarla.
Una última cosa quedaba por tratar. Una de las profecías de fray Melchor conectaba directamente con otra de San Francisco. Según los términos de antes, un verdadero pontícife habría de venir para derrocar al pseudopapa que reinaba en Roma y restaurar el verdadero orden cristiano. La cuestión es que fray Melchor precisó que este futuro papa pertenecía a la orden de los franciscanos, como Cisneros. Fray Andrés, en su informe, rechazó esta profecía, aunque paradójicamente aconsejó a Cisneros que intentase hacerse con la tiara pontificia. Fray Cazalla ni siquiera menciona esta profecía en su informe, pero ello no era requisito sine qua non para expresarle su deseo de verlo pronto convertido en líder espiritual del cristianismos.

 Sepulcro de Santa Teresa de Jesús
 
Fray Melchor terminó sus días tranquilo, en un confortable olvido. Su presencia histórica en el S.XVI quedó eclipsada por las figuras de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús e incluso, fuera del grupo místico, por ascetas como fray Luis de León. Sin embargo, no deja de se muy característico de la naturaleza española que muchos “iluministas”, monjes y hasta clérigos de buena posición en la jerarquía pusiesen en el prelado franciscano de Toledo, durante algunos años, unas esperanzas casi mesiánicas que pretendían erigirlo en reformador de la iglesia y del mundo; todo por una profecía cuyo autor era desconocido para la mayoría. El fenómeno, ya sin profecía, volvió a repetirse años después. Cuando Carlos I pudo hacerse con el título de Emperador, muchos volvieron a hacer corro a su alrededor considerándolo redentor del cristianismo y restaurador del imperio de Carlomagno.

 Tumba del Cardenal Cisneros en Alcalá de Henares.

Una cosa distinguió a Cisneros del hijo de Juana I la loca: nunca abandonó la realidad, ni se permitió endiosarse por los aduladores más o menos bienintencionados que pudiesen congregarse entorno a él. Confesor de Isabel la Católica y dos veces regente del reino, además de otras tantas de presidente de la Junta de Castilla, el cardenal sabía muy bien que, por grande que fuese su poder en la Península, ganar un conclave quedaba totalmente fuera de su alcance; y menos aún alcanzar el trono de San Pedro a la fuerza para luego llevarlo a Jerusalén mediante la paz.

viernes, 18 de mayo de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona IV

Que escondidos quedaban los pies de Ester entre las gradas de madera. Me fijé en ellos, al entrar. Sus uñas sobresalían luminosas, pintadas de rojo, por la obertura de unas sandalias de tela, elegantemente elevadas por esos tacones rústicos de esparto. Normalmente nunca le presto atención a los zapatos, pasa que, por aquel entonces, tenía en mente regalarle a otra amiga unas sandalias para su cumpleaños. Dado que no uso a menudo el calzado femenino, aprovechaba cuando estaba rodeado de gente para buscar modelos.
-Hola –me saludó Ester.- ¿Te quedarás a la una?
-¿A qué?
-Hay asamblea.
“¡Otra!” pensé para mí. Nuestra profesora de hispanoamericana lo había expresado mejor que nadie. Cuando nos vimos a la semana siguiente, después de haber dado clase en la plaza, nada más entrar en clase nos espetó: “Parece que todo sigue igual”. No lo dijo malhumorada, quizás sí algo sarcástica, aunque en el recuerdo más bien sonaba melancólico. Con aquellas simples palabras le puso voz a la apatía que reinaba en el aula. ¡Todo seguía igual! Era lamentable.
Ya en mi asiento, empecé a tomar notas del discurso que la profesora realizaba sobre la poesía de Garcilaso. Para mí, la asamblea, pensaba mientras tanto, suponía una molestia. Estos pretendidos actos masivos, rara vez superaban dentro de la universidad a las sesenta personas. Sólo en ocasiones muy concretas, al amparo de circunstancias inusuales, congregaban a mucha gente en proporción al conjunto. Si bien es cierto que muy a menudo a estas ocasiones las acompañaban numerosas ausencias de gente que se quedaba en sus casas, con lo que era más fácil reunir a quien viniese. Sesenta personas, en cualquier caso, no podían constituirse en voluntad del movimiento estudiantil, menos aún si en el conjunto no se lo habíamos pedido.
-Dicen que si no viene nadie más tendrán que hacerlo ellos solos. –me dijo una amiga de la Universidad Autónoma de Barcelona, la otra gran universidad pública de la provincia, donde las huelgas, pese a ser infructuosas en el avance de las reivindicaciones, proseguían obstruyendo el curso natural de las clases.- No llegan ni al 30% de los alumnos. Hace poco hicimos una asamblea para votar si parábamos aquello o no. Fue más gente de la habitual, pero seguimos siendo cuatro gatos. Votamos y sólo el 40% lo hizo a favor de prolongar la huelga. Pero nada, al día siguiente ya encontramos carteles y pitadas que decía “40%, no nos rendiremos”.
-Esa vanidad… Me recuerdan un poco a esos dictadores de entreguerras o más bien a los caudillos latinoamericanos: “Como hay un vacío y aquí nadie hace nada, pues me veo obligado a tomar la iniciativa.” Sólo que en lugar de ser un sujeto individual, son agrupaciones ruidosas. Digo yo que primero habrá que preguntarle a la gente si desea hacer algo ¿o no es bucólico hundirse en el barco con la orquesta sonando de fondo? Un Malher, para mí, por favor.
-Mira que eres bruto… Pero te doy bastante la razón en lo primero.
-Luego a mí me llaman fascista, a mí que no pretendo conducir a nadie.
-¡No me jodas! ¿Por qué?
-¡Bah! No le des importancia, que no la merece. Le cuestioné a una chica cómo llevaban las convocatorias. Con buenos modos, por supuesto, le confesé que no veía su utilidad, tal como se planteaban. Así que ella me llamó fascista.
-¡Qué imbécil! Igual pensó que sabe lo que significa “fascista”.
-¡Bah! Entendí muy bien lo que pretendió decirme. Ella quería llamarme “resignado”, pero “fascista” debió sonarle más hiriente.
Sí, soy hombre resignado, lo soy y no me arrepiento. Se vive más descansado, más cerca de la realidad. La política no me interesa más que el futbol a un buen aficionado. En aquellas semanas muchos discutían una, otra, otra, otra y otra vez sobre qué equipos descenderían a segunda, ahora que ya se había coronado el Real Madrid como campeón de la Liga; sin llegar nunca a ninguna conclusión más concreta que antes de empezar la conversación. Del mismo modo, yo disfrutaba discutiendo, con mis contados amigos y muy especialmente con mi padrastro, sobre la composición del parlamento griego resultante de los recientes comicios, las posibilidades de formar gobierno, los escaños que habían obtenido los neonazis, si podrían los griegos permanecer en la UE, o el papel que ejercía aquel venerable anciano que presidía la República Helénica. No dedicaba más empeño a aquellas cuestiones que los futboleros, ni pretendía dotarlas de un objetivo más definido. Confieso que me parecía más enriquecedores mis temas (como a los futboleros más entretenidos los suyos); pero aparte de esto, sólo jugaba con las palabras para divertir mi vida. Así participaba yo de la política, poco aconsejable me parecía –y me sigue pareciendo- vivirla de otro modo.
A los cuarenta minutos de clase se oyeron gritos de protesta fuera. Los estudiantes, en esta ocasión muchísimos, tomaron veinte minutos plaza Universidad, en acto de protesta. Nosotros seguimos en clase. Al terminar Ester se acercó a mí:
-¿Te vienes?
-¿A la asamblea? Vale, pero dame un minuto que fotocopie unos apuntes.
En vez de ir al edificio nuevo en cuya planta baja se ubicaba la copistería, preferí subir a la biblioteca para usar las fotocopiadoras de allí. Quiso la casualidad que oyese la siguiente conversación:
-Menos mal que hoy la asamblea se hace una hora más tarde, que yo a última hora tenía un examen.
-No te preocupes.
Me fijé en ellos detenidamente, pero sin dejar de andar. Eran de los organizadores de todo el folclore revolucionario. De los que nos sacaron de las clases hacía una semana. Cualquier otro se hubiese enfadado, yo sólo pensé en cómo contarlo manteniendo mi imparcialidad. Me faltó tiempo para hacer las fotocopias y bajar las escaleras. Es incomodo llegar a un acto cuando ya ha empezado.
-¿Vas a la asamblea? –me preguntó un chico mayor que yo, al pasar por su lado. Estaba colgando en uno de los corchos del claustro un gran cartel panfletario, sin importarle el espacio que ocupaba.
-¡Por supuesto! –lo admito, mi entonación fue bastante irónica.
-¡Haces bien! ¡Todos hacemos falta! –exclamó melodramático.
Busqué a Ester y sus amigas en el círculo de unas sesenta personas. En ellas encontraba yo el áureo carácter humano que se compromete sin entregarse a excesos banales ni renunciar al trabajo. Mucho tenían de ideólogas aquellas chicas. Cualquier idealista se hubiese desesperado al ver que todo seguía igual que ayer y todo seguiría igual mañana. Yo, el apagado, el indiferente, me sentí muy feliz de sentarme diez minutos entre aquellas chicas mientras escuchaba trivialidades populistas. Tuve que irme pronto, pues en casa me esperaban para comer.

[Traducció al català.]

 Que amagats quedaven els peus d'Ester entre les graderies de fusta. Em vaig fixar en ells, en entrar. Les seves ungles sobresortien lluminoses, pintades de vermell, per l'obertura d'unes sandàlies de tela, elegantment elevades per aquests talons rústics d'espart. Normalment mai li paro esment a les sabates, pansa que, aleshores, tenia en ment regalar-li a una altra amiga unes sandàlies per al seu aniversari. Atès que no uso sovint el calçat femení, aprofitava quan estava envoltat de gent per buscar models.
-Hola –em va saludar Ester.- Et quedaràs a la una?
-A què?
-Hi ha assemblea.
“Altra!” vaig pensar per a mi. La nostra professora d'hispanoamericana ho havia expressat millor que ningú. Quan ens vam veure a la setmana següent, després d'haver fet classe a la plaça, gens més entrar en classe ens va etzibar: “Sembla que tot segueix igual”. No ho va dir malhumorada, potser sí alguna cosa sarcàstica, encara que en el record més aviat sonava malenconiós. Amb aquelles simples paraules li va posar veu a l'apatia que regnava a l'aula. Tot seguia igual! Era lamentable.
Ja en el meu seient, vaig començar a prendre notes del discurs que la professora realitzava sobre la poesia de Garcilaso. Per a mi, l'assemblea, pensava mentrestant, suposava una molèstia. Aquests pretesos actes massius, rares vegades superaven dins de la universitat a les seixanta persones. Només en ocasions molt concretes, a l'acaparo de circumstàncies inusuals, congregaven a molta gent en proporció al conjunt. Si bé és cert que molt sovint a aquestes ocasions les acompanyaven nombroses absències de gent que es quedava a les seves cases, amb el que era més fàcil reunir a qui vingués. Seixanta persones, en qualsevol cas, no podien constituir-se en voluntat del moviment estudiantil, menys encara si en el conjunt no l'hi havíem demanat.
-Diuen que si no ve ningú més hauran de fer-ho ells sols. –em va dir una amiga de la Universitat Autònoma de Barcelona, l'altra gran universitat pública de la província, on les vagues, malgrat ser infructuoses en l'avanç de les reivindicacions, prosseguien obstruint el curs natural de les classes.- No arriben ni al 30% dels alumnes. Fa poc vam fer una assemblea per votar si paràvem allò o no. Va ser més gent de l'habitual, però seguim sent quatre gats. Votem i només el 40% ho va fer a favor de perllongar la vaga. Però gens, l'endemà ja trobem cartells i xiulades que deia “40%, no ens rendirem”.
-Aquesta vanitat… Em recorden una mica a aquests dictadors d'entreguerres o més aviat als cabdills llatinoamericans: “Com hi ha un buit i aquí ningú fa gens, doncs em veig obligat a prendre la iniciativa.” Només que en lloc de ser un subjecte individual, són agrupacions sorolloses. Dic jo que primer caldrà preguntar-li a la gent si desitja fer alguna cosa o no és bucòlic enfonsar-se en el vaixell amb l'orquestra sonant de fons? Un Malher, per a mi, per favor.
-Mira que ets burru… Però et dono bastant la raó en el primer.
-Després a mi em criden feixista, a mi que no pretenc conduir a ningú.
-No em fotis! Per què?
-Bah! No li donis importància, que no la mereix. Li vaig qüestionar a una noia com portaven les convocatòries. Amb bones maneres, per descomptat, li vaig confessar que no veia la seva utilitat, tal com es plantejaven. Així que ella em va cridar feixista.
-Quin imbècil! Igual va pensar que sap el que significa “feixista”.
-Bah! Vaig entendre molt bé el que va pretendre dir-me. Ella volia cridar-me “resignat”, però “feixista” va haver de sonar-li més feridor.
Sí, sóc home resignat, ho sóc i no em penedeixo. Es viu més descansat, més prop de la realitat. La política no m'interessa més que el futbol a un bon afeccionat. En aquelles setmanes molts discutien una, una altra, una altra, altra i una altra vegada sobre quins equips descendirien a segona, ara que ja s'havia coronat el Reial Madrid com a campió de la Lliga; sense arribar mai a cap conclusió més concreta que abans de començar la conversa. De la mateixa manera, jo gaudia discutint, amb els meus explicats amics i molt especialment amb el meu padrastre, sobre la composició del parlament grec resultant dels recents comicis, les possibilitats de formar govern, els escons que havia obtingut els neonazis, si podrien els grecs romandre en la UE, o el paper que exercia aquell venerable ancià que presidia la República Hel·lènica. No dedicava més obstinació a aquelles qüestions que els "futboleros", ni pretenia dotar-les d'un objectiu més definit. Confesso que em semblava més enriquidors els meus temes (com als "futboleros" més entretinguts els seus); però a part d'això, només jugava amb les paraules per divertir la meva vida. Així participava jo de la política, poc aconsellable em semblava –i em segueix semblant- viure-la d'una altra manera.
Als quaranta minuts de classe es van sentir crits de protesta fora. Els estudiants, en aquesta ocasió moltíssims, van prendre vint minuts plaça Universitat, en acte de protesta. Nosaltres seguim en classe. En acabar Ester es va apropar a mi:
-Et véns?
-A l'assemblea? Val, però dóna'm un minut que fotocopiï unes anotacions.
En comptes d'anar a l'edifici nou en la planta baixa del qual se situava la copisteria, vaig preferir pujar a la biblioteca per usar les fotocopiadores d'allí. Va voler la casualitat que sentís la següent conversa:
-Encara sort que avui l'assemblea es fa una hora més tard, que jo a última hora tenia un examen.
-No et preocupis.
Em vaig fixar en ells detingudament, però sense deixar de caminar. Eren dels organitzadors de tot el folklore revolucionari. Dels quals ens van treure de les classes feia una setmana. Qualsevol un altre s'hagués enfadat, jo només vaig pensar en com explicar-ho mantenint la meva imparcialitat. Em va faltar temps per fer les fotocòpies i baixar les escales. És incomodo arribar a un acte quan ja ha començat.
-Vas a l'assemblea? –em va preguntar un noi major que jo, en passar pel seu costat. Estava penjant en un dels suros del claustre un gran cartell panfletari, sense importar-li l'espai que ocupava.
-Per descomptat! –ho admeto, la meva entonació fou bastant irònica.
-Fas bé! Tots fem falta! –va exclamar melodramàtic.
Vaig buscar a Ester i les seves amigues en el cercle d'unes seixanta persones. En elles trobava jo el daurat caràcter humà que es compromet sense lliurar-se a excessos banals ni renunciar al treball. Molt tenien d'ideòlogues aquelles noies. Qualsevol idealista s'hagués desesperat en veure que tot seguia igual que ahir i tot seguiria igual matí. Jo, l'apagat, l'indiferent, em vaig sentir molt feliç d'asseure'm deu minuts entre aquelles noies mentre escoltava trivialitats populistes. Vaig haver d'anar-me aviat, doncs a casa m'esperaven per menjar.

lunes, 14 de mayo de 2012

Alejado del Aleph...

“Así habrán ocurrido los hechos, aunque de un modo más complejo; así puedo soñar que ocurrieron.” Jorge Luís Borges

En sus Inquisiciones (1925) y en sus Otras Inquisiciones (1952) Borges consigue devisar la meta de su andanza literaria. Un poco como Moisés, Borges ve la meta, pero no puede alcanzarla. Dios no lo fulmina inmediatamente; con sencillez, de un modo mucho más enrevesado que la paradoja de Aquiles y la tortuga, le impide llegar a donde se propone. Ignoro si esto explicaría porque el autor argentino decía esperar la muerte como un alivio, o se debe seguir creyendo su versión de que era tradición familiar entre los Borges querer morir sin excederse en la vejez.
El gran mito borgiano del Aleph remite a la tradición panteísta del cosmos, con un toque agnóstico lo suficientemente potente para dejar a Dios fuera de ese “objeto” que es perfecto, inmutable y probablemente eterno. Menos seguro es que el intimismo de la poesía mística no haya influido en Borges para ubicar este fragmento de percepción del cosmos. Si según Santa Teresa de Jesús Jesucristo estaba “entre los fogones”, el Aleph se halla dentro de un prosaico arcón de madera, en un sótano.
¿Qué es realmente el Aleph? Es muy subjetiva la acepción de “perfección”. Casi siempre se define desde sus antagónicos, prueba lingüística de que los hombres conocemos demasiado el defecto, para definir perfección sin dejar de hacerle referencia. Una imagen de lo perfecto debió ser el universo literario para Borges. En 1945 intentó exponer la sensación que en su mente producía la literatura de la humanidad, mediante un símbolo abstracto. Antes y después, intentó establecer algo perfecto por medio de la literatura.
¿Cuál es el propósito de Inquisiciones y de Otras Inquisiciones? Mucho antes de que ambas obras fuesen un montón de cuartillas en blanco, debieron ser una idea grandiosa en la mente de Borges, un proyecto para entrelazar la totalidad de la literatura en una perfecta relación de lo imposible, un ideal grandioso; un imposible. Sobre el papel tal proyecto empezó a agrietarse. Sus gustos personales y el propio carácter de la literatura subjetivizaron las relaciones que quería establecer entre unas obras y otras. Éstas se vieron rápidamente limitadas por el hecho de que no había leído todo lo escrito e imposibles de separar en su infinita extensión dentro de un solo libro. ¿Se puede hacer un buen tratado de Sade sin hablar de Platón, acaso? Borges tuvo que renunciar desde el principio a establecer una relación total desde que escribió la primera letra de estas obras.



No se pude hablar de Cervantes sin mirar atrás y nombrar a Erasmo, o sin mirar adelante y ver a Galdós. A partir de aquí, los hilos se estiran y Cervantes termina conectado con La Biblia y con Manuel Machado. ¿Cómo conectarlo todo? ¿Dónde poner el límite? Mejor fue circunscribir su tribunal de la inquisición a unos “breves comenttarii” de algunos autores que le atraían y camuflar, bajo la maraña de su apabullante grandeza cultural, el profundo sentimentalismo que le despertaba cada uno de ellos.
Al final Borges sólo pudo mostrar lo perfecto a través de la simbología literaria. Exponer la perfección titánica del organismo literario, casi tan antiguo como el mismo lenguaje, le quedó vedado. Su proyectos inquisitoriales para ahondar en la metaliteratura quedaron siempre alejados de las formas de su Aleph.

viernes, 11 de mayo de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona III

[Se recuerda que abajo se encuentra la traducción al catalán.]

La estética de la bandera, tanto si ondea al viento como si extiende gacha sus colores, cautiva a quien la mira. A decir verdad, siempre he pensado que sólo los prejuicios ideológicos nos impiden admirar la belleza del desfile militar. Del mismo modo, son esos mismos prejuicios los que nos permiten ver sin horrorizarnos las turbas estruendosas que suelen ser, por norma general, las manifestaciones. Sin embargo, cuando el dos de mayo pasé por delante de la puerta principal del edificio histórico de la UB, las tres banderas allí izadas me sorprendieron. La española monárquica y la senyera catalana se reconocían bien, la tercera no supe identificarla. No me pareció que fuese la de Barcelona, aunque tampoco conocía demasiado la enseña municipal. ¿Pero por qué ondeaban? Un día de cada día, aquellos mástiles estaban desnudos. El día del trabajo no parecía un motivo típico para que la UB las izase, y mucho menos el día de la comunidad de Madrid.
Aparté mis preguntas y fui a clase. Habían empezado las jornadas de huelgas continuadas que incomprensiblemente, incluso cuando se hablaba en castellano, se llamaron de “vaga continuada”. En la clase fuimos muy pocos, menos de quince quizás. Mi intención era cursar las clases y quedarme luego a las protestas o asambleas que tuviesen lugar. Sin embargo, tan pronto como Jimena empezó su discurso académico, se oyeron varias sirenas y chillidos de megáfono. No tardaron en llegar a nuestra planta (la segunda de las cinco que tiene el edificio nuevo). Abrieron las puertas de cada aula, encendieron de nuevo las sirenas, ahora con mayor potencia.
Entró una chica entre esperpéntica y almodovariana. Para el barullo que había armado, se limitó a recordar con tono vergonzosamente humilde que había una asamblea a las doce y media Nos pidió que asistiésemos “Si no, nos quedaremos en minoría” y salió sin mediar más palabra.
Fuera siguieron gritando sus consignas. Una de ellas me hizo particular gracia: “Si no estudiamos todas, no estudia nadie”. Al principio achaqué el uso del femenino a que en nuestra facultad (como la mayoría) hay más alumnas que alumnos, pero no. Después de preguntar a la chica que había entrado antes, descubrí que, a fin de lograr la paridad morfológica, compensaban el “nadie” masculino con la forma femenina de “todo”. ¿El sistema se podría aplicar a textos largos o a charlas espontáneas? me pregunté para mí mismo. También recordé que en alemán las formas del plural coinciden con las del femenino singular, sin que la lengua de Goethe se convirtiese, por ello, en feminista.
Como no se pudo seguir con la clase, ésta se suspendió y salimos afuera. Quienes organizaron todo el jaleo tenían, tal vez sólo a mis ojos, un aspecto variopinto. Particularmente uno que parecía el más exaltado; llevaba gafas de sol espejo, un cinturón de balas y un sombrero que parecía un sombrero de copa nacido prematuramente, por lo que no había visto reducido su tamaño. Reconozco que me disgustaron aquellas malas formas. Tanto ruido, para no leer ni siquiera un manifiesto… El discurso me parecía importante. ¿Cómo no se iban a quedar “en minoría” a las 12:30? Aquellos mecanismos de presión vacíos de contenido sólo podían terminar provocando efectos contraproducentes. Al final, los movimientos de protesta terminarán siendo meros eslóganes sin argumentar, como los partidos políticos, o peor; no tendrán jerarquía que posibilite su coordinación.
Mi amiga Ester había tenido una iniciativa curiosa, un aula de estudio en la plaza universidad. Tan pronto como se me pasó el disgusto estético, recordé lo que opinaba de los recortes y me encaminé hacia allí. Estaban justo en el centro de la plaza, sin árboles ni parasoles que los protegiesen del áspero sol. Se habían sentado en el suelo entorno a una farola. A su alrededor habían pegado varias pancartas al suelo con cinta aislante. Reconocía a Ester enseguida. Sus mofletes habían enrojecido. Mucho temí que se le quemasen más a lo largo de la mañana, tenía la piel tan blanca. Mi propia piel se me antojaba un problema. De pigmentación muy débil, es poco tolerante a las largas exposiciones al sol. Por suerte llevaba manga larga. Por su parte, Ester no mostraba el menor amago de preocupación, al contrario, se descubrió los hombros para ponerse morena, mientras leía El señor presidente, lectura obligatoria de hispanoamericana. Reconocí a varias amigas suyas, también a un chico rubio y algo mayor que nosotros:
-Me llamo Cristian.
Casi de inmediato nos intercambiamos el móvil. A él ya lo tenía visto en alguna otra parte. Indagué en mi memoria dónde podía ser, pero no se me ocurrió nada.
Al poco rato llegaron los chicos que habían montado el barullo con nuevas pancartas que poner. Debo reconocer, lo digo con sincero halago, que sabían captar la atención de la gente mucho mejor que nosotros. Ester, sin embargo, se mantuvo cuidadosa sobre que pancartas se colgaban. Excluyó, con mucha sutileza, algunas del estilo “Mucha Policia Poca Educación”. Lo preferible era ceñirse aquello que nos atañía directamente. Cristian y ella, con la ayuda de los otros chicos, ataron dos largas tiras de cinta aislante entre dos árboles de la plza. En ellas colgaron pancartas con datos clarísimos: cuánto iban a subir las tasas, 50-66%; cuánto implicaba pagar, 1700€; la cifra de despidos de profesores… Las principales preguntas que un ciudadano corriente pudiese tener sobre el daño que los recortes infligirían a la universidad se respondían allí.
Un coche de limpieza del ayuntamiento llegó a la plaza. Por un momento temimos que íbamos a ser desalojado con el mayor de los desprecios. Tras dudar un instante, decidí acercarme. La mujer que conducía el vehículo me aseguró, y así sucedió, que iban a respetar nuestro espacio. Le di las gracias por ello y volví con mis compañeros para advertirles que no nos eran hostiles.
Un señor de polo rojo le hizo una pregunta a Cristian. No la oí bien, así que me tendrá que disculpar el lector que no la escriba. El hombre, luego de unos minutos de charla con él, se acuclilló en el suelo, para recostarse inmediatamente y continuar departiendo tranquilo con más comodidad. Otra chica se les unió. La gente mayor no podía entender el recelo de los jóvenes a encontrar un líder que nos coordinase. Sencillamente, era el resultado de aceptar que nadie era mejor que tú; también influía el descrédito al que se había sometido al sufragio por haber llevado a tantos peleles al poder. Además, el perfil de carácter típicamente juvenil no se interesaba por el mando, a la vez que carecía, por la educación recibida, de capacidad para desarrollar constructivamente una idea, profundizando en la misma durante un cierto periodo de tiempo.
Nuestra profesora de hispanoamericana se había comprometido a venir a la plaza a darnos clase allí, y cumplió su promesa. El evento revolucionario adquirió así a una heroína, porque es muy heroico dar clase en la vía pública, entre coches y griterío urbano, sin megáfono, cuando tienes nódulos en las cuerdas vocales.
Regresé al edificio antes de dirigirme al metro. Me dolía la cabeza por culpa de la insolación y necesitaba refrescarme un poco las sienes. En el pasillo escuché a unas compañeras:
-¡Tanta vaga y tanta asamblea! ¡Estoy hasta los cojones!
-Es que parece que les salga gratis. Pagan 1.200€ y luego no hacen clase.
Sentí una cierta empatía hacia aquellas opiniones. El movimiento estudiantil estaba desordenado y, como yo, dividido, sin un criterio claro. De modo que se debilitaba con el simple curso de las horas. Sin embargo, cuatro horas después, hasta sentía un cierto aprecio por quienes nos habían sacado de clase a primera hora. ¡Cuánta contradicción!
En el metro cedí el asiento a una mujer sexagenaria que venía muy acalorada. No pude apoyarme contra la pared de la puerta más cercana, porque en esa parte del vagón había una mujer chica que llevaba a su bebé en su cochecito. El pequeño jugaba con las mangas de su traje de puntillas, como lo hubiese hecho con un sonajero. Tuve la impresión de que sus ojitos alargados, casi sajados en aquel rostro ovalado y a la vez rectangular, me miraban ligeramente.
-Gracias hijo –repitió de nuevo entre respiraciones convulsas la mujer cuyo rostro seguía rojo.
Eché un paso atrás para agarrarme mejor a la barra.
-Lo siento.
Era una chica de mi edad, con la carpeta de la UB bajo el brazo, que casi me pega un pisotón.
En medio de aquel triángulo de presencias, algo (más que la cabeza) dolió dentro de mí. Sentí ganas de llorar, aunque el mi reflejo sobre el cristal del vagón me devolviese un rostro rígido de indiferencia.


L'estètica de la bandera, tant si oneja al vent com si estén caiguda els seus colors, captiva a qui la mira. Francament, sempre he pensat que només els prejudicis ideològics ens impedeixen admirar la bellesa de la desfilada militar. De la mateixa manera, són aquests mateixos prejudicis els que ens permeten veure sense horroritzar-nos les torbes fragoroses que solen ser, per norma general, les manifestacions. No obstant això, quan el dos de maig vaig passar per davant de la porta principal de l'edifici històric de la UB, les tres banderes allí hissades em van sorprendre. L'espanyola monàrquica i la senyera catalana es reconeixien bé, la tercera no vaig saber identificar-la. No em va semblar que anés la de Barcelona, encara que tampoc coneixia massa l'ensenya municipal. Però per què onejaven? Un dia de cada dia, aquells mastelers estaven nus. El dia del treball no semblava un motiu típic perquè la UB les hissés, i molt menys el dia de la comunitat de Madrid.
Vaig apartar les meves preguntes i vaig anar a classe. Havien començat les jornades de vagues continuades que incomprensiblement, fins i tot quan es parlava en castellà, es van cridar de “vaga continuada”. En la classe vam ser molt pocs, menys de quinze potser. La meva intenció era cursar les classes i quedar-me després a les protestes o assemblees que tinguessin lloc. No obstant això, tan aviat com Jimena va començar el seu discurs acadèmic, es van sentir diverses sirenes i xiscles de megàfon. No van trigar a arribar a la nostra planta (la segona de les cinc que té l'edifici nou). Van obrir les portes de cada aula, van encendre de nou les sirenes, ara amb major potència.
Va entrar una noia entre esperpèntica i almodovariana. Per a l'aldarull que havia armat, es va limitar a recordar amb to vergonyosament humil que hi havia una assemblea a dos quarts d'una Ens va demanar que assistíssim “Si no, ens quedarem en minoria” i va sortir sense intervenir més paraula.
Fora van seguir cridant les seves consignes. Una d'elles em va fer particular gràcia: “Si no estudiem totes, no estudia ningú”. Al principi vaig atribuir l'ús del femení al fet que en la nostra facultat (com la majoria) hi ha més alumnes que alumnes, però no. Després de preguntar a la noia que havia entrat abans, vaig descobrir que, a fi d'aconseguir la paritat morfològica, compensaven el “ningú” masculí amb la forma femenina de “tot”. El sistema es podria aplicar a textos llargs o a xerrades espontànies? em vaig preguntar per a mi mateix. També vaig recordar que en alemany les formes del plural coincideixen amb les del femení singular, sense que la llengua de Goethe es convertís, per això, en feminista.
Com no es va poder seguir amb la classe, aquesta es va suspendre i sortim fora. Els qui van organitzar tot l'ovaciono tenien, tal vegada només als meus ulls, un aspecte assilvestrat. Particularment un que semblava el més exaltat; portava ulleres de sol mirall, un cinturó de bales i un barret que semblava un barret de copa nascut prematurament, per la qual cosa no havia vist reduït la seva grandària. Reconec que em van disgustar aquelles males formes. Tant soroll, per no llegir ni tan sols un manifest… El discurs em semblava important. Com no s'anaven a quedar “en minoria” a les 12:30? Aquells mecanismes de pressió buits de contingut només podien acabar provocant efectes contraproduents. Al final, els moviments de protesta acabaran sent mers eslògans sense argumentar, com els partits polítics, o pitjor; no tindran jerarquia que possibiliti la seva coordinació.
La meva amiga Ester havia tingut una iniciativa curiosa, un aula d'estudi a la plaça universitat. Tan aviat com se'm va passar el disgust estètic, vaig recordar el que opinava de les retallades i em vaig encaminar cap a allí. Estaven just en el centre de la plaça, sense arbres ni parasols que els protegissin de l'aspre sol. S'havien assegut en el sòl entorn d'un fanal. Al seu al voltant havien pegat diverses pancartes al sòl amb cinta aïllant. Reconeixia a Ester de seguida. Les seves galtes de pa havien enrogit. Molt vaig témer que se li cremessin més al llarg del matí, tenia la pell tan blanca. La meva pròpia pell em semblava un problema. De pigmentació molt feble, és poc tolerant a les llargues exposicions al sol. Per sort portava màniga llarga. Per la seva banda, Ester no ensenyava la menor mostra de preocupació, al contrari, es va descobrir les espatlles per posar-se bruna, mentre llegia El senyor president, lectura obligatòria d'hispanoamericana. Vaig reconèixer a diverses amigues seves, també a un noi ros i alguna cosa major que nosaltres:
-Em dic Cristian.
Gairebé immediatament ens intercanviem el mòbil. A ell ja ho tenia vist en alguna altra part. Vaig indagar en la meva memòria on podia ser, però no se'm va ocórrer gens.
A la poca estona van arribar els nois que havien muntat l'aldarull amb noves pancartes que posar. Haig de reconèixer, ho dic amb sincer afalac, que sabien captar l'atenció de la gent molt millor que nosaltres. Ester, no obstant això, es va mantenir acurada sobre que pancartes es penjaven. Va excloure, amb molta subtilesa, algunes de l'estil “Molta Policia Poca Educació”. El preferible era cenyir-se allò que ens concernia directament. Cristian i ella, amb l'ajuda dels altres nois, van lligar dues llargues tires de cinta aïllant entre dos arbres de la plaça. En elles van penjar pancartes amb dades claríssimes: quant anaven a pujar les taxes, 50-66%; quant implicava pagar, 1700€; la xifra d'acomiadaments de professors… Les principals preguntes que un ciutadà corrent pogués tenir sobre el dany que les retallades infligirien a la universitat es responien allí.
Un cotxe de neteja de l'ajuntament va arribar a la plaça. Per un moment vam témer que anàvem a ser desallotjat amb el major dels menyspreus. Després de dubtar un instant, vaig decidir apropar-me. La dona que conduïa el vehicle em va assegurar, i així va succeir, que anaven a respectar el nostre espai. Li vaig donar les gràcies per això i vaig tornar amb els meus companys per advertir-los que no ens eren hostils.
Un senyor de pol vermell li va fer una pregunta a Cristian. No la vaig sentir bé, així que m'haurà de disculpar el lector que no l'escrigui. L'home, després d'uns minuts de xerrada amb ell, es agenollar en el sòl, per recolzar-se immediatament i continuar departint tranquil amb més comoditat. Una altra noia se'ls va unir. La gent gran no podia entendre el recel dels joves a trobar un líder que ens coordinés. Senzillament, era el resultat d'acceptar que ningú era millor que tu; també influïa el descrèdit al que s'havia sotmès al sufragi per haver portat a tants esquenadrets al poder. A més, el perfil de caràcter típicament juvenil no s'interessava pel comandament, alhora que mancava, per l'educació rebuda, de capacitat per desenvolupar constructivament una idea, aprofundint en la mateixa durant un cert període de temps.
La nostra professora d'hispanoamericana s'havia compromès a venir a la plaça a fer-nos classe allí, i va complir la seva promesa. L'esdeveniment revolucionari va adquirir així a una heroïna, perquè és molt heroic fer classe en la via pública, entre cotxes i cridòria urbana, sense megàfon, quan tens nòduls en les cordes vocals.
Vaig tornar a l'edifici abans d'anar al metro. Em dolia el cap per culpa de la insolació i necessitava refrescar-me una mica les temples. En el passadís vaig escoltar a unes companyes:
-Tanta vaga i tanta assemblea! Estic fins als collons!
-És que sembla que els surti gratis. Paguen 1.200€ i després no fan classe.
Vaig sentir una certa empatia cap a aquelles opinions. El moviment estudiantil estava desordenat i, com jo, dividit, sense un criteri clar. De manera que s'afeblia amb el simple decurs de les hores. I no obstant això, quatre hores després, fins a sentia una certa estima per els qui ens havien tret de classe a primera hora. Quanta contradicció!
En el metre vaig cedir el seient a una dona sexagenària que venia molt acalorada. No vaig poder recolzar-me contra la paret de la porta més propera, perquè en aquesta part del vagó hi havia una dona noia que portava al seu bebè en el seu cotxet. El petit jugava amb les mànigues del seu vestit de puntetes, com l'hagués fet amb un sonall. Vaig tenir la impressió de que els seus ullets allargats, gairebé *sajados en aquell rostre ovalat i alhora rectangular, em miraven lleugerament.
-Gràcies fill –va repetir de nou entre respiracions convulses la dona el rostre de la qual seguia vermell.
Vaig tirar un pas enrere per agarrar-me millor a la barra.
-Ho sento.
Era una noia de la meva edat, amb la carpeta de la UB sota el braç, que gairebé em pega una trepitjada.
Enmig d'aquell triangle de presències, alguna cosa (més que el cap) va doldre dins de mi. Vaig sentir ganes de plorar, encara que el meu reflex sobre el cristall del vagó em retornés un rostre rígid d'indiferència.

viernes, 4 de mayo de 2012

Crónica de la Universidad de Barcelona II


Y cuando la profesora Jimena llegó al aula todos llevábamos un buen rato esperando, sentados en aquellas inconfortables sillas.
-Buenos días… -se interrumpió para quitarse el bolso que llevaba cruzado en el pecho y se desabrochó su chaqueta de curiosos estampados, entre geométricos y florales.- Algunos compañeros vuestros me han pedido que cuelgue los apuntes de lo que haremos en el campus a partir del día dos –de mayo- para que podáis secundar la huelga.
Poco amanerada en su aspecto, todos presentíamos que Jimena era mucho más joven de lo que podía parecer, sin que tuviese, en verdad, aspecto de vieja. Delataban su juventud su carácter liberal y su actitud reivindicativa que seguía muy viva. Ella continuaría haciendo sus clases, porque la huelga no se había convocado para los profesores, sin embargo:
-Me sorprende que algunos de vosotros no tengáis claro aún…
Los hechos parecían bastante claros. El gobierno había decidido subir las tasas universitarias un 66%. Tanto maltrato recibirían alumnos como profesores. Ellos tendrían que dar más horas de clase (si no eran despedidos) y verían este esfuerzo extra premiado con una bajada en su sueldo. Ya no era una cuestión de ser estudiante o profesor, como ciudadano no podías evitar preguntarte si antes habías recibido demasiado a cambio de muy poco del sistema universitario y el estado del bienestar en general. Un “si” de respuesta a esta pregunta hubiese significado un gran alivio, ya que hubiese demostrado, con gran consuelo para nosotros, que una plaga de escorpión africano hubiese sido mucho peor legislando en parlamento y con las carteras ministeriales colgando de sus aguijones, que nuestros gobernantes. Por desgracia, cuanto más se pensaba, menos óptimos te parecían los servicios universitarios recibidos, hasta entonces. Sinceramente habían sido malos en muchos aspectos, pero ahora los quería volver pésimos. También te venían a la mente los recortes en los institutos; la entrega de la dirección de los módulos de la educación pública catalana al director de l’Associació d’Escoles –Privades- Cristianes de Cataunya, quien presentó, en el Departament d’Educació, el notable currículum de ser miembro activo de Unió; lo que a primera vista parecía ser injusto se justificaba, cuando caías en la cuenta de la importancia de militar en Unió, pues si eras el líder de sus juventudes bien te podías permitir coger el coche aunque ya no te quedasen putos en el carnet desde hacía meses, o podías recibir un indulto del gobierno central si te habían condenado por corrupción en calidad de miembro de la diputación de Barcelona hacía pocos meses; los desbarajustes de los hospitales que afectaban a los médicos, quienes llevaban años sin cobrar bien las guardias (y desde el pasado septiembres sin el “bien”), junto al cierre de plantas de hospitales y ambulatorios, se compensaban, suponíamos los mortales, con el nombramiento de ex líderes independentistas para consejeros de hospitales públicos con sueldos bien pagados; en verdad nos consolaba la idea de que nuestros políticos siguiesen velando por nosotros, incluso después de iniciar su retiro, bien como consejeros de empresas privadas, bien en despachos directivos de empresas públicas, o bien resignándose a aceptar un escaño en el Senado bajo la fórmula de “senador de provincia” (sin necesidad de que haya papeletas con su nombre en ninguna urna), para poder seguir prestando sus servicios a los ciudadanos, aún cuando el cansado peso de sus hojas de servicios les hubiese impedido triunfar de nuevo en una campaña electoral. Después de pensar en éstas y otras cosas, terminabas preguntándote si no hallaría la ciencia algún medio que tradujese los sañudos gestos del escorpión africano al lenguaje humano, previo paso necesario para llevar a unos cuantos de estos arácnidos al banco azul del Congreso, donde se sienta el gobierno.
-Por mi parte, si hay que colgar alguna información en el campus, lo haré. Seguiré viniendo a dar clase, De todos modos, si somos muy pocos podemos hacer coloquios, salir a dar clase al jardín… En la asamblea del otro día se comentó que se podía seguir dando clases, pero con “otro temario”.
Sí, había que protestar contra la subida de las tasas, pero poner en riesgo el curso no era un trance agradable para nadie. Demasiadas dudas teníamos todos en la cabeza, aunque los hechos pareciesen bastante claros. Había en la mía también una cierta culpabilidad por saber que, aunque resultase evidentemente más caro, en casa lo del 66% extra no era inasumible. Miraba a mi alrededor. ¿Cuántos de mis compañeros no seguirían allí para el año que viene por una cuestión de dinero?
Jimena tenía dudas sobre si los rectores tenían capacidad para oponerse a la subida de tasas. Yo había estado informándome del tema el día antes.
-En principio, las rectorías universitarias tienen autonomía legal del ministerio de educación, entre otras cosas porque sólo tiene competencias directas en Ceuta y Melilla, y también de las consejerías autonómicas. Vaya, que efectivamente pueden negarse a aplicar los recortes. –dije.- Pero también leí que algunos políticos están interesados en cambiar el modelo de gobierno en la facultad. ¿Eso es posible?
-Hace años que se vienen hablando de que el sistema de gobierno de la universidad, con las juntas y los consejos de gobierno que limitan, junto con los decanos, los poderes de la rectoría es -y evidenció un tono de sarcasmo- “poco práctico” y “muy lento”.
En lugar de potenciar la elección directa así como el peso de estudiantes y profesores en el gobierno de la universidad, la propuesta de la clase política era la imposición de una junta gestora cuya estructura de gobierno fuese enteramente piramidal; de arriba abajo, por supuesto.
-El señor Mas-Colell argumentaba que no era tradición catalana tener rectorías electas por democracia.
Según nos contó nuestra profesora, el conseller de economía defendía la implantación de organismos gestores en nuestras facultades, a fin de recobrar la identidad cultural catalana.
Terminó la hora de clase sin que hubiésemos avanzado demasiado temario. ¿Habíamos pensado, al menos? Al salir fuera vi las pancartas en el claustro de letras. La escena recordaba a esas poblaciones que, durante un conflicto bélico, son abandonadas por su ejército que ha recibido la orden de retirarse a otro lugar donde formará un frente “más estable”. Indefensión, eso veía yo en el claustro de letras. La incertidumbre dominaba la escena, casi hasta dejarnos en el caos. Ni estábamos preparados, ni teníamos porque estarlo. Intenté evadirme preguntándome donde podría encontrar información acerca de cómo eligieron a sus catedráticos en las universidades catalanas, o cuándo las fundaron. Primero en la de Palencia, después en Salamanca y más tarde en al importantísima universidad de Alcalá de Henares, ciertamente, las cátedras castellanas se eligieron siempre (con variaciones de procedimiento) por vías democráticas. Por supuesto si el medievo rigiese nuestro presente en base a la tradición, nuestra sociedad sería un lugar bastante más horrible del que ya es; y el señor Mas-Colell jamás hubiese llegado a ser conseller del Govern, porque tal cargo se reservaría a la nobleza. No pretendía comprobar si tenía razón, de eso ya estaba seguro que no. Sólo quería comprobar si Mas-Colell era un hipócrita, o directamente un mentiroso, un ignorante de la historia de la universidad catalana.
A pesar de mis esfuerzos, hube de volver a la realidad, cuando casi caí al suelo al tropezar con uno de los cordeles que izaría una pancarta desde la segunda planta del claustro. Lo peor no era que la clase política a la que habíamos encargado la protección de nuestros intereses nos maltratase. Era que nos tratasen de ignorantes que no saben lo que les conviene. Todos sabíamos que la situación era muy compleja y de solución difícil. Tampoco dudábamos de que nuestros incompetentes gobernantes estaban gestionando el asunto con recetas tan torpes y fáciles, como terribles.  Y encima nos pedían que agradeciésemos aquella brutalidad…



I quan la professora Jimena va arribar a l'aula tots portàvem una bona estona esperant, asseguts en aquelles inconfortables cadires.
-Bon dia… -es va interrompre per llevar-se la bossa que portava creuada sobre el pit i es va descordar la seva jaqueta de curiosos estampats, entre geomètrics i florals.- Alguns companys vostres m'han demanat que pengi les anotacions del que farem al campus a partir del dia dos –de maig- perquè pugueu secundar la vaga.
Poc amanerada en el seu aspecte, tots pressentíem que Jimena era molt més jove del que podia semblar, sense que tingués, en veritat, aspecte de vella. Delataven la seva joventut el seu caràcter liberal i la seva actitud reivindicativa que seguia molt viva. Ella continuaria fent les seves classes, perquè la vaga no s'havia convocat per als professors, no obstant això:
-Em sorprèn que alguns de vosaltres no ho tingueu clar encara…
Els fets semblaven bastant clars. El govern havia decidit pujar les taxes universitàries un 66%. Tant maltractament rebrien alumnes com a professors. Ells haurien de donar més hores de classe (si no eren acomiadats) i veurien aquest esforç extra premiat amb una baixada en el seu sou. Ja no era una qüestió de ser estudiant o professor, com a ciutadà no podies evitar preguntar-te si abans havies rebut massa a canvi de molt poc del sistema universitari i l'estat del benestar en general. Un “si” de resposta a aquesta pregunta hagués significat un gran alleujament, ja que hagués demostrat, amb gran consol per a nosaltres, que una plaga d'escorpí africà hagués estat molt pitjor legislant al parlament i amb les carteres ministerials penjant dels seus agullons, que els nostres governants. Per desgràcia, com més es pensava, menys òptims et semblaven els serveis universitaris rebuts, fins llavors. Sincerament havien estat dolents en molts aspectes, però ara se'ls volia tornar pèssims. També et venien a la ment les retallades en els instituts; el lliurament de l'adreça dels mòduls de l'educació pública catalana al director de l’Associació d’Escoles –Privades- Cristianes de Cataunya, qui va presentar, en el Departament d’Educació, el notable currículum de ser membre actiu d'Unió; el que a primera vista semblava ser injust es justificava, quan queies en el compte de la importància de militar a Unió, doncs si eres el líder de les seves joventuts bé et podies permetre agafar el cotxe encara que ja no et quedessin putes en el carnet des de feia mesos, o podies rebre un indult del govern central si t'havien condemnat per corrupció en qualitat de membre de la diputació de Barcelona feia pocs mesos; els "desvarajustes" dels hospitals que afectaven als metges, els qui portaven anys sense cobrar bé les guàrdies (i des del setembres passat sense el “bé”), juntament amb el tancament de plantes d'hospitals i ambulatoris, es compensaven, suposàvem els mortals, amb el nomenament de ex capdavanters independentistes per a consellers d'hospitals públics amb sous ben pagats; en veritat ens consolava la idea que els nostres polítics seguissin vetllant per nosaltres, fins i tot després d'iniciar el seu retir, bé com a consellers d'empreses privades, bé en despatxos directius d'empreses públiques, o bé resignant-se a acceptar un escó en el Senat sota la fórmula de “senador de província” (sense necessitat que hi hagi paperetes amb el seu nom en cap urna), per poder seguir prestant els seus serveis als ciutadans, encara quan el cansat pes de les seves fulles de serveis els hagués impedit triomfar de nou en una campanya electoral. Després de pensar en aquestes i altres coses, acabaves preguntant-te si no trobaria la ciència algun mitjà que traduís els agressius gestos de l'escorpí africà al llenguatge humà, previ pas necessari per portar a uns quants d'aquests aràcnids al banc blau del Congrés, on s'asseu el govern.
-Per la meva banda, si cal penjar alguna informació al campus, ho faré. Seguiré venint a fer classe, De totes maneres, si som molt pocs podem fer col·loquis, sortir a fer classe al jardí… En l'assemblea de l'altre dia es va comentar que es podia seguir fent classes, però amb “un altre temari”.
Sí, calia protestar contra la pujada de les taxes, però posar en risc el curs no era un tràngol agradable per a ningú. Massa dubtes teníem tots en el cap, malgrat que els fets semblessin bastant clars. Hi havia al meu també una certa culpabilitat per saber que, encara que resultés evidentment més car, a casa el del 66% extra no era inassumible. Mirava al meu al voltant. Quants dels meus companys no seguirien allí per a l'any que ve per una qüestió de diners?
Jimena tenia dubtes sobre si els rectors tenien capacitat per oposar-se a la pujada de taxes. Jo havia estat informant-me del tema el dia abans.
-En principi, les rectories universitàries tenen autonomia legal del ministeri d'educació, entre altres coses perquè només té competències directes a Ceuta i Melilla, i també de les conselleries autonòmiques. Vagi, que efectivament poden negar-se a aplicar les retallades. –vaig dir.- Però també vaig llegir que alguns polítics estan interessats a canviar el model de govern en la facultat. Això és possible?
-Fa anys que es vénen parlant que el sistema de govern de la universitat, amb les juntes i els consells de govern que limiten, juntament amb els degans, els poders de la rectoria és -i va evidenciar un to de sarcasme- “poc pràctic” i “molt lent”.
En lloc de potenciar l'elecció directa així com el pes d'estudiants i professors al govern de la universitat, la proposta de la classe política era la imposició d'una junta gestora l'estructura de la qual de govern anés enterament piramidal; de dalt a baix, per descomptat.
-El senyor Mas-Colell argumentava que no era tradició catalana tenir rectories electes per democràcia.
Segons ens va explicar la nostra professora, el conseller d'economia defensava la implantació d'organismes gestors en les nostres facultats, a fi de recobrar la identitat cultural catalana.
Va acabar l'hora de classe sense que haguéssim avançat massa temari. Havíem pensat, almenys? En sortir fora vaig veure les pancartes en el claustre de lletres. L'escena recordava a aquestes poblacions que, durant un conflicte bèl·lic, són abandonades pel seu exèrcit que ha rebut l'ordre de retirar-se a un altre lloc on formarà un front “més estable”. Indefensió, això veia jo en el claustre de lletres. La incertesa dominava l'escena, gairebé fins a deixar-nos en el caos. Ni estàvem preparats, ni teníem perquè estar-ho. Vaig intentar evadir-me preguntant-me on podria trobar informació sobre com van triar als seus catedràtics a les universitats catalanes, o quan les van fundar. Primer en la de Palència, després a Salamanca, i més tard  a l'importantíssima universitat d'Alcalá d'Henares, certament, les càtedres castellanes es van triar sempre (amb variacions de procediment) per vies democràtiques. Per descomptat si l'edat mitjana regís el nostre present sobre la base de la tradició, la nostra societat seria un lloc bastant més horrible del que ja és; i el senyor Mas-Colell mai hagués arribat a ser conseller del Govern, perquè tal càrrec es reservaria a la noblesa. No pretenia comprovar si tenia raó, d'això ja estava segur que no. Només volia comprovar si Mas-Colell era un hipòcrita, o directament un mentider, un ignorant de la història de la universitat catalana.Malgrat els meus esforços, vaig haver de tornar a la realitat, quan gairebé vaig caure al sòl en ensopegar amb un dels cordills que hissaria una pancarta des de la segona planta del claustre. El pitjor no era que la classe política a la qual havíem encarregat la protecció dels nostres interessos ens maltractés. Era que ens tractessin d'ignorants que no saben el que els convé. Tots sabíem que la situació era molt complexa i de solució difícil. Tampoc dubtàvem que els nostres incompetents governants estaven gestionant l'assumpte amb receptes tan maldestres i fàcils, com a terribles. I al damunt de tot ens demanaven que agraíssim aquella brutalitat…