lunes, 20 de abril de 2015

Dos hombres de derechas y la Segunda República (II)

Antecedentes del Bienio de Derechas (I): El Advenimiento de la República


La proclamación de la Segunda República aconteció el 14 de abril de 1931 como consecuencia última de una larga concatenación de hechos. Desde el golpe de Estado del general Primo de Rivera, en 1923, se consolidó un núcleo de élites opuestas al nuevo régimen y a la monarquía. Entre ellas cabe destacar a un puñado de intelectuales, como Manuel Azaña, y políticos convencidos de la democracia, caso de uno de nuestros protagonistas, Chapaprieta. Sin embargo, el grueso de la oposición inicial no fue tan honesta. La formaron antiguos políticos, desahuciados por los militares de las comodidades del poder.
La lógica falta de percepción democrática del régimen turnista conservador-liberal, cuyos partidos pactaban la composición de las Cortes al margen de los votos, propició que el grueso de la población no echase de menos a aquellos representantes supuestamente electos. La gente acogió la llegada al poder de los militares primero con indiferencia y más tarde hasta con entusiasmo. Gracias a sus éxitos bélicos en el Protectorado de Marruecos sobre las rifenyos locales, el dictador inflamó los ánimos. Además los progresos económicos que obtuvo para el país, gracias a la coyuntura económica internacional favorable, le procuraron buena fama durante varios años.

El gobierno provisional republicano entre rejas.

El general fue lo bastante hábil como para meterse a los socialistas en el bolsillo, dispensando a su sindicato UGT un trato de favor "oficial no oficial" en varios ámbitos. Objetivamente maltratado por el régimen electoral turnista, el PSOE no iba a salir a la calle para defenderlo. En vista de la acogida que le ofrecía el nuevo régimen, tomó hacia él una tranquilizadora pasividad. Abandonó un poco sus estructuras de partido y se centró en sus estructuras sindicales, donde emergería con fuerza la figura del Lenin Español, Largo Caballero. A la postre este proceso resultó mortal para la república.
No obstante, esta situación no duraría. Con el tiempo, llegó el declive económico producto de políticas económicas –dirigidas por José calvo Sotelo, ministro de hacienda de 1925 a 1930- tan absurdas como negarse a devaluar la peseta, por una cuestión de “orgullo nacional”. Ante las protestas obreras, se incrementó la represión y con ella terminaron las buenas relaciones entre aquellos aparentes antagonistas.

Advenimiento de la república el 14 de abril de 1931, Madrid.

Desde el comienzo, la Junta Militar no tuvo tanto acierto para entenderse con los movimientos regionales. De hecho, una de las primeras medidas del dictador, la supresión de la Mancomunitat Catalana, órgano predecesor de la autonomía, establecido en 1913. El gesto indignó a la burguesía catalana quien se sintió estafada después de haber sufragado las costas del golpe de estado de Primo de Rivera.
El general tampoco tardó en enemistarse con parte del propio ejército, concretamente su política de reformas militares disgustó a los artilleros y a las divisiones de caballería.

Alfonso XIII y el general Primo de Rivera.

En cuanto a Alfonso XIII, el monarca siempre fue indiferente a la vida política. Amante de la juerga, introductor, productor y actor ocasional del cine pornográfico en España, con obras como El Confesor o La Novicia, se había visto obligado a involucrarse en los asuntos de Estado por la inestabilidad del régimen turnista que cuando él accedió al trono (1902) hacía aguas por todos lados encadenando gobiernos de corta duración. En consecuencia, agradeció que el golpe de Primo de Rivera le descargara de esa responsabilidad, pero nunca sitió demasiado apego por él.
De hecho, el 28 de enero 1930, en medio de una de las crisis económicas más duras de la historia mundial, ya sin apoyo de la burguesía, los sindicatos de izquierdas, el propio ejército, con su proyecto de constitución dictatorial rechazado por sus propios partidarios, su intentona de fraguar un partido político Unión Nacional sin éxito, el rey dejó caer a su jefe de gobierno más duradero sin reparo alguno. El dictador partió hacia el exilio en Francia.

General Berenguer.

Su actuación a partir de aquel momento demuestra cuán desconectado estaba Alfonso XIII de la realidad. En su ensoñación alimentada por sus camarillas de aduladores, decidió nombrar presidente del gobierno al general Berenguer, con el encargo de volver al sistema turnista. Con aquella soltura pedía el monarca retroceder siete años en la historia como si nada hubiese pasado… o como si aquel sistema hubiese funcionado cuando se extinguió.
En agosto de aquel año las fuerzas políticas antagónicas a la monarquía firmaron el Pacto de San Sebastián, por la que se acordó la composición del gobierno provisional que llevaría España de la monarquía a la república. El doce de diciembre, dos militares republicanos, los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, protagonizaron un alzamiento militar, contra la Corona, en Jaca. El golpe se reprimió sin problemas y sus cabecillas fueron fusilados, además -salvo quienes pudieron esconderse- los miembros del gobierno provisional republicano fueron encarcelados. Sin embargo, aquello sirvió para poner la “república” en la boca y en la mente de la calle. La alternativa de Estado cobraba rostro.


Almirante Aznar.

Desesperado al ver que los viejos políticos, tanto conservadores como liberales, se ponían de perfil para apoyar a su gobierno tras aquel derramamiento de sangre, el general Berenguer dimitió. El 11 de febrero de 1931 el rey nombró nuevo presidente al almirante Aznar quien debía tantear el terreno electoral con unas elecciones municipales, el 12 de abril.
El resultado fue desastroso. Si bien a primera vista las fuerzas monárquicas obtuvieron más votos que las coaliciones republicanas, eso fue gracias a las estructuras caciquiles del mundo rural. En casi todas las ciudades, donde el voto era libre, triunfó la república.
El 14, ya sabidos los resultados, el rey convocó a su gobierno y fuerzas afines. Casi todos le aconsejaron abdicar, salvo algunas voces fanáticas, como la De la Cierva que le aconsejaron resistir por la fuerza. Aunque se dio por segura la llegada de la República, nadie esperaba un advenimiento inmediato.

General Sanjurjo.

Entonces se produjo un suceso que lo precipitó todo, un suceso inesperado, casi inexplicable, y muy tapado en la historia tanto por derechistas como por izquierdas, porque rompe un poco esa línea tan clara de “los buenos y los malos” “los rojos y los azules”: el director de la guardia civil, el general Sanjurjo –el mismo que en 1932 y en 1936 trazó planes para acabar con la república-, anunció que se ponía a disposición del gobierno provisional republicano todavía encarcelado y que no reprimiría las manifestaciones republicanas en las calles.
Definitivamente acabado, Alfonso XIII abandonó un trono que ya no existía y partió para el exilio. Josep Pla escribió: “El Rey no ha firmado, al parecer, en ningún sitio, su abdicación para él y para sus hijos. El Rey ha marchado, simplemente”. En efecto, la abdicación de Alfonso XIII a favor de su hijo Juan no se produciría hasta años después en el exilio.
Sin más dilaciones, el gobierno provisional salió de la cárcel y el país quedó bajo su mando.


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