lunes, 13 de junio de 2016

S. (ociedad) A. (nónima)


Las legiones de sombras desbandadas
se reagrupan.
La suma de dinero sustituye al nombre
y una identidad mutable
instrumenta este poder hueco.

Este poder, como un hambre infinita,
respira sangre.
(Y no mira ni el nombre de sus víctimas.)
Los paneles de las bolsas calculan gritos
y de la esperanza destilan angustia.

Un verdugo que no ve a sus víctimas
desconoce
al asesino al otro lado del espejo.
Confunde la sangre que mancha sus manos
con el pigmento de su piel.

No siempre yace el mal tras el dolor.
A veces,
no hay más culpable que la mediocridad.
No hay peor criminal -porque se cree honesto-
(y en su lujo sólo ve un premio al mérito).

24 de setiembre de 2015
Eduard Ariza


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